Porfi Jiménez
Por Luis Ugueto
Siempre recuerdo aquellas dos entrevistas con Porfi Jiménez
como las más difíciles que he hecho hasta los momentos, incluso llegué a pensar
que le caía mal. Sin embargo, después de
la primera, me invitó a un ensayo con su orquesta de Jazz en una sala ubicada
detrás de Radio Caracas Televisión, en el edificio donde queda la Asociación
Musical. Cuando lo llamé y le dije que estaba haciendo un libro sobre Felipe
Pirela accedió a atenderme con cierta desconfianza. Sus respuestas eran
lacónicas, parcas, con pocos detalles, me miraba con impaciencia y tamborileaba
con sus dedos en el escritorio. Tal vez lo intimidó el grabador y estaba a la
defensiva por una entrevista anterior que le hicieron para un programa de
televisión donde se habló de forma exacerbada de la vida privada de Pirela.
Aun cuando para muchos Porfi Jiménez era solo el director de
la orquesta de merengues que pegó, en los ochenta y noventa, temas como Se hunde el barco y El Culucucu, tenía una larga e importante trayectoria como
arreglista que reivindicó en los dos últimos lustros de su vida artística al
frente de una Jazz Big Band, un viejo sueño por
fin cumplido. Hace un par de años el departamento de cultura de la ONU y la Latín World Shop Society, lo invitaron a tocar su música y le
rindió un homenaje en New York junto a otro arreglista notable, Ray Santos.
Tenía muy presente el debut histórico de su banda en el
Hotel Tamanaco de Caracas, un 31 de diciembre de 1963. Ese año su nombre se
había escuchado muy seguido con el LP de Estelita del Llano, que trajo el
clásico Tú sabes. Después su
participación en el programa Yo invito,
animado por el “pavo” Alfredo Ledezma en RCTV, los
arreglos para el segundo álbum de Felipe
Pirela en 1964, y la producción de Hambre, en 1965 de Blanca Rosa Gil, lo convirtieron en el músico de moda.
Porfirio Jiménez sentó un precedente en el mercado discográfico
nacional al honrar el trabajo de los músicos de su orquesta colocando sus
nombres – y hasta los apodos – en la contraportada desde su primer long playing.
En Estados Unidos esto era muy común, sobre todo en los discos de Jazz, pero en
el medio latino, y particularmente en Venezuela, nunca había sucedido. Velvet editó el LP en marzo de 1965 y lo tituló
Romance y ritmo. Para garantizar que
se vendiera, le pidieron a Felipe Pirela que grabara cuatro boleros, entre los
que se encontraba La pared. Fue un
rotundo éxito, así como sus actuaciones en los bailes de Carnaval donde Rolando La serie, el excéntrico
cantautor Germán Fernando, Kiko Mendive y el propio Pirela,
reforzaron el tren delantero de su orquesta para hacerlo merecedor del
codiciado trofeo “Momo de Oro”.
Con más altos que bajos, Porfi Jiménez llegó al final de su
vida. Ahora quizás sus discos antiguos
serán objetos de culto, los populares se seguirán bailando en las fiestas y se
hablará de su orientación jazzística como arreglista y director, oficios cada
vez más en desuso en esta época de música fabricada en una computadora.
Luis Hugueto. “Porfi Jimenez” http://felipepirelaelboleristadeamerica.wordpress.com/2011/10/15/porfi-jimenez/
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